Hoy en día, lo que conocemos como producción primaria “convencional” está indisolublemente unida a una cadena de distribución y comercialización concreta y a unos hábitos de consumo acelerados y urbanos:

• El 60% de la población compra la comida en una gran superficie.
• La ración de cereales y derivados, frutas y hortalizas es menor a la recomendada.
• La ración de carnes grasas, embutidos y alimentos ricos en azúcar supera las recomendaciones.
• En 2022 el 34,3% de la población española tenía sobrepeso y el 14,1% obesidad.

Este modelo está provocando la desaparición de las explotaciones más pequeñas, el abandono de sistemas marginales de alto valor natural (como olivares de sierra o las ganaderías extensivas), la disminución de mano de obra y la dependencia de la importación de insumos (los productos que se necesitan para la producción agrícola: fertilizantes, abonos, plaguicidas, piensos, semillas...). A su vez, más de la mitad de la población compra alimentos procesados, lejanos y nocivos para el medio ambiente y el medio rural. Todo porque tanto los alimentos como los hábitos de consumo se han adaptado a las exigencias de los eslabones más poderosos de la cadena y no a las necesidades de la población.