Entre agricultura y ganadería: frente a la separación productiva que ha promovido el modelo industrial y la PAC, es posible recuperar colaboraciones entre producciones sostenibles, como por ejemplo asociando cereal del llano con ganaderías de montaña, fincas ganaderas y fincas de regadío para aprovechar el estiércol, pastoreo en las estepas cerealistas o la recuperación de espacios forestales con ganado extensivo. 

 

Entre agentes del primer y segundo eslabón: llegar a acuerdos previos entre proyectos productores y transformadores aporta estabilidad y evita que el valor escape del territorio rural. La existencia de pequeñas industrias asociadas permite relocalizar los flujos de productos que hoy día van a la gran distribución, da una salida comercial más segura y reducen la estacionalidad. Mataderos, salas de despiece y elaboración, cocinas, conserveras o queserías son algunos ejemplos de instalaciones que aportarían valor añadido a la producción.

 

 

La cultura neoliberal y competitiva, dominante en las últimas décadas, ha hecho que la cooperación esté algo atrofiada en la sociedad. Por ello, es necesario seguir una serie de buenas prácticas para la definición colectiva de un proyecto:

• Asesoramiento profesional para el trabajo de definición colectiva.
• Participación de todas las partes implicadas desde el momento de la definición.
• Conocer y poner en común las expectativas de todas las partes.
• Compartir las condiciones personales o sectoriales de los distintos agentes.
• Visibilizar las aportaciones de cada parte al proyecto.
• Formalizar un sistema de toma de decisiones.
• Incluir espacios para la cohesión y el intercambio de impresiones.