El concepto de agroaldea se aplica en el País Vasco a polígonos con parcelas acondicionadas para el uso de actividades agrícolas, preferiblemente de titularidad pública y con una dotación urbanística común, cuya característica principal es su puesta a disposición de los agricultores, bajo arrendamientos de cuantía normalmente simbólica (Alberdi, 2005). El origen de estas agroaldeas viene provocado por la demanda por parte de agricultores profesionales que desean ampliar sus explotaciones. 

Los modelos de arrendamiento de las parcelas situadas en las agroaldeas han sido variados pero en todos los casos se ha contado con la colaboración de la correspondiente Asociación de Desarrollo Rural (ADR) para el desarrollo y financiación, urbanización de las parcelas, la selección de los adjudicatarios y el control de las instalaciones (Alberdi, 2016). Se establecen unas condiciones de uso comunes, destinadas a regular el funcionamiento de la utilización de la parcela y se estipula una renta a abonar en un único plazo anual. 

Desde el nacimiento de la modalidad, hace ya tres décadas, se ha mantenido el modelo, pero han ido incorporándose cambios, especialmente ligados a la tipología de productor. Frente al horticultor anterior surge ahora un nuevo perfil, ligado a orientaciones que practican la agricultura ecológica. La mayoría es de origen urbano y tiene una formación complementaria en horticultura. Los recursos económicos con los que cuenta son reducidos. Algunos de ellos ya ejercían esta actividad anteriormente pero trabajaban suelos marginales y sin ningún tipo de cobertura. Otros estaban acogidos al Plan Joven Agricultor del País Vasco, lo que les garantiza monitorización e incluso apoyo económico a la primera instalación si accedían al arrendamiento de alguna de estas parcelas y, los menos, poseían formación adquirida mediante cursillos no reglados (Llorente, 2014).

Este modelo de productor ha tenido que superar diferentes barreras. Algunas han sido las propias de la actividad (plagas, abonos, sequías…), otras relacionadas con la falta de iniciativa comercial y la dificultad para dar salida a la producción en unas condiciones óptimas, algunas por falta de preparación administrativa (facturación, alta en régimen agrario…) y unas últimas originadas por la falta de capital para acceder a la adquisición de infraestructura productiva (compra de invernadero y tractor especialmente). Como consecuencia, alrededor de un tercio de los que inician la actividad la han abandonado en un periodo inferior a tres años.